CH'UL BE, SENDA SAGRADA

Un recuerdo grabado en mí se remonta al tiempo en que mi bisabuelo cubría el cargo de Alférez de la Virgen de Asunción y era su responsabilidad organizar su fiesta, una de las celebraciones dedicadas a los tantos santos y vírgenes de nuestro pueblo. 

Desde la distancia, pude escuchar las notas musicales que se elevaban en el aire. Me asomé y observé al músico, cuyas manos parecían danzar con el arpa, extrayendo melodías mientras su semblante se sumergía en un aparente sueño. Aquella imagen, tan vívida y compartida por todos los músicos, me enseñó que, más que dormir, ellos sienten la música en lo profundo de su ser. En mi mente, se entrelazan las imágenes de mi bisabuelo, su semblante orgulloso y la profunda devoción que estos cargos representaban para él. Fue en aquellos momentos, en su compañía, cuando danzamos juntos por primera vez al son de las sonajas. Años después, mis padres entrarían en esta senda sagrada de servicio a los dioses, en la cual participamos como familia, hijos, tíos, primos, abuelos, abuelas y pueblo, manteniéndola año con año. Esta película para mí significa también una forma de participar en el mantenimiento de esta senda sagrada, de honrarla y de expresar en voz alta que somos un pueblo vivo.

“Ch’ul be, senda sagrada” es sueño y realidad que explora los compromisos colectivos ancestrales que sustentan el ciclo de la vida en comunidad. Un ciclo que se renueva con cada estación, con cada año, al igual que el maíz, el paisaje y el lago que se tiñen de verde cuando están de fiesta. Busco rememorar la historia de mi pueblo y reconstruir parte de la tradición oral que se va desgastando. Dando voz a nuestras historias y sabiduría ancestral, celebrando nuestra identidad colectiva aún vigente.