Cuando tenía 17 años, estaba a cargo de Julieta, mi pequeña hermana, porque mi madre trabajaba. Julieta y yo habíamos formado un vínculo muy cercano, pero tenía que alejarme de ella porque estaba comenzando a trazar mi camino, buscando la universidad donde iba a estudiar. La maternidad era un tema que me emocionaba descubrir desde entonces, quizás porque vi nacer y crecer a mis hermanitas, pero también me cuestionaba, siempre creí que existían otras formas de ser madre.
En el año 2017, estaba estudiando Comunicación cuando decidí investigar el tema. Lo primero que hice fue buscar archivo fílmico cercano a mi contexto, San Juan Chamula, con el objetivo de entender más el mundo de la concepción tsotsil. Como fue tan complicado hallarlo, se volvió importante para mí, como mujer tsotsil y realizadora, el llevar este tema a la pantalla grande.
Realicé bastante investigación con las mujeres de mi círculo familiar, y también con mujeres parteras y rezadoras. En sus relatos desbordaban todos sus sentimientos pasados. Las mujeres de mi comunidad han mantenido desde siempre la riqueza oral, la ritualidad, lo mítico y lo místico de nuestra forma de comprender el mundo en San Juan. Fue entonces que decidí sentarme y comenzar a tejer lentamente esta historia.
A raíz de una plática con mi madre, descubrí la existencia de un rezo muy particular que se le ofrenda a los bebés antes de su nacimiento. Este consiste en que la partera o curandera ofrece velas, flores, pox (aguardiente) y una oración donde menciona muchos elementos de nuestra cultura y les pide a las diosas que por favor cuiden de la niña o niño que viene en camino. Mi madre me dijo que este rezo es un regalo para la madre y su bebé, pedir por el bien de ambos para el día del alumbramiento, pero su comadre, una curandera, nos contó que ya nadie lo pide. Este rezo de la madre y el niño que nos han heredado nuestras madres, abuelas y abuelos, con el tiempo se va desvaneciendo. Sin embargo, ella rezó para mi futuro embarazo.
La maternidad, que siempre asociamos con felicidad y amor, también viene acompañada de temores. Tenía 25 años cuando decidí embarazarme, creía saberlo todo y no era así. Fue una etapa maravillosa ver mi vientre crecer y sentir sus movimientos dentro de mi cuerpo, pero también resultó angustiante, pues los síntomas del embarazo no fueron nada favorables conmigo. Dar vida lleva consigo alegría e incertidumbre, dos emociones, ilógicas de vivir en un mismo momento, que se presentan el día del parto. Durante la etapa del posparto, para fortalecerme emocional y físicamente, fue importante que me acompañaran los conocimientos de mi madre, mis abuelas, así como de la madre de mi compañero.
“Vientre de luna” explora estos conocimientos de las mujeres tsotsiles y estas emociones que una mujer experimenta cuando se decide ser mamá, un momento tan hermoso como desafiante.